Bajar de las frías sierras y disfrutar de las mejores playas y mares de Brasil

Claiton Gonçalves y Alfredo Guachiré, Imbituba

Después de cruzar el Estado de Santa Catarina, conocer las sierras y pedalear más de 2000 kilómetros, por fin llegué a las playas y al mar. Es que Brasil es un país gigante, limita territorialmente con 10 países, es el quinto más grande del mundo en términos de extensión territorial, con 8.514.876 km 2 y tiene un litoral de 7.367 km, rodeado del océano Atlántico. Toda esta extensión otorga al vecino país diversidad de paisajes a lo largo de la costa, donde se alternan dunas, acantilados, playas, manglares, arrecifes, bahías, restingas, esteros, arrecifes de coral y la mata atlántica o bosque atlántico que se extiende desde Brasil y va a Paraguay y Argentina. Sin embargo, también es el paisaje bioclimático más amenazado del globo.

Imbituba, la primera playa
Al principio tenía planificado visitar la playa del Farol de Santa Marta, sin embargo las lluvias cambiaron mis planes y de la ciudad de Tubarâo me dirigí por la ruta 101 cruzando el municipio de Laguna por el puente Anita Garibaldi y me instalé en Imbituba.

Imbituba es una ciudad portuaria, tiene comercio, mercados e industrias, tiene 9 playas y son bien extensas, además a estos se suman otras lagunas y dunas de arena que forman un hermoso paisaje.

Compartir con otro cicloviajero
Al llegar a Imbituba me encontré con Claiton Gonçalvez, un cicloviajero brasileño que ya pedaleó gran parte del Brasil e incluso Paraguay. Claiton ahora se prepara para una nueva aventura que es de viajar a Chile y llegar hasta Ushuaia, Argentina.

Claiton es esa persona llena de sabiduría y conocimiento de la ruta, me enseñó a manguear, termino que en Brasil se usa para referirse a cuando alguien pide comida o dinero a cambio de trabajo o sencillamente al intercambiar su historia viajera a cambio de un buen plato de alimento o incluso dinero. Nos pusimos a cocinar en la orilla de la playa en Imbituba, mientras tuvimos largas charlas sobre la vida y filosofía, obviamente tomamos un poco de tereré y nos tiramos a nadar al mar, luego salimos de paseo a recorrer más playas y conocer el puerto de Imbituba, Claiton se instaló en su carpa y yo seguí pedaleando hasta llegar a Garopaba.

Garopaba
Garopaba es un municipio de Santa Catarina, con calles sencillas y estrechas con varias casas antiguas, algunas de madera, con una arquitectura del siglo XIX. Posee más de 10 hermosas playas que se extiende por más de 25 kilómetros por la costa.

Más amigos y aprendiendo una nueva jerga del sur.
¡Guri! me gritó Lucas, otro cicloviajero que venía pedaleando cerca mío en la ruta, muy próximo a la entrada de la ciudad de Garopaba. Guri es un término adoptado en el estado brasileño de Rio Grande do Sul como sinónimo de “niño”, “pequeño”, “niño” o “muchacho” y es la palabra que más escuché en el sur.

Mi amigo Lucas rápidamente me invita a manguear una panadería mientras me explica su plan para encontrar un lugar para dormir, así que le hice caso, pasamos por el mercado y nos fuimos a instalar a lado de la terminal rodoviaria de Garopaba. Lucas era un buen conocedor de la zona, siempre prefiere instalarse en las terminales rodoviarias porque puede usar internet y el baño gratuitamente. Me enseñó las mañas de la calle y como cuidarse y estar atento en las ciudades grandes, además me dio una majestuosa clase de prevención de robo y el tipo de mirada que debo usar para intimidar preventivamente a un ladrón, realmente fue una verdadera clase de seguridad preventiva y la usé especialmente en Río de Janeiro.

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Pedalear de Garopaba hasta la Isla de Florianópolis