Cartes – Peña, dos reyes para un solo reino

Santiago Peña y Horacio Cartes

La convención colorada del 9 de marzo pasado parecía apaciguar el partido y eliminar las tensiones entre los diferentes movimientos desde la unidad. Solo bastaron un par de días para que esa ilusoria y breve unión estalle en una crisis. Pero, ¿Qué se está gestando por detrás?

El cartismo volvió a ostentar su poderío con la imputación con tintes políticos a figuras del gobierno anterior, como el expresidente Mario Abdo Benítez y el congresista Mauricio Espínola, sumado a ministros y autoridades del segundo movimiento más grande de la ANR.

En el medio de todo este conflicto se encuentra el actual presidente de la República, Santiago Peña. El mismo se halla luchando sus propias batallas. Sumado a los problemas que atraviesa el país, busca superar la imagen de “títere”, de subalterno de Horacio Cartes, aunque no cuente por ahora con los recursos ni la fortaleza política necesaria para concretar una separación de quien le permitió llegar al poder.

Hasta ahora, su herramienta parece ser (la aparente) indiferencia que demuestra ante las actitudes para muchos autoritarios del cartismo que se vienen dando.

En el caso de la polémica expulsión de la senadora Kattya González, Peña alegó que tal asunto es propio de otro poder del estado. No se mostró explícitamente a favor ni en contra, como lo hizo el senador Beto Ovelar, quien manifestó su evidente disconformidad con las posturas tomadas por sus compañeros de movimiento, coincidiendo con su despedida de la presidencia del Senado. Su reemplazante será el fiel y en varias ocasiones encargado del juego sucio cartista; Basilio Bachi Núñez.

Siguiendo la línea anterior, la actual cabeza del ejecutivo frente a la crisis generada por las filtraciones de mensajes entre el abogado de Cartes, Pedro Ovelar y el fiscal Aldo Cantero declaró: “independencia de poderes”.  La confabulación entre el abogado y el fiscal para imputar a colorados no alineados al cartismo, salpicó al presidente, ya que se habló de una reunión entre Ovelar y Peña en oficinas del gobierno. Desde presidencia, tuvieron que desmentir tal reunión.

Las posiciones de Peña frente a los acontecimientos recientes son expresión de una clara grieta política que cada día se agrava más.

Para empeorar la situación, son conocidos los ademanes con tufo tiránico de Cartes. Convoca a senadores, diputados y autoridades a su propia residencia. Entre los convocados se encuentra Santiago Peña, quien como presidente electo seguramente no le hace mucha gracia tener que ir a rendir cuentas al infame “quincho”. En los mítines HC se convierte en figura, toma el centro del escenario y se convierte en orador principal. A pesar del título de “significativamente corrupto” demuestra ser el número 1. Comentan que Cartes no desaprovecha una oportunidad para hacer gala de su poderío y no teme demostrar quién manda, incluso humillando a sus subalternos o movilizando a una cantidad absurda de agentes policiales ante la mínima amenaza de manifestación en su contra. Intenta transmitir el mismo mensaje para su grupo político y para la ciudadanía; el poder es él.

Cartes es propietario de medios de comunicación y desarrolla su propaganda a través de ellos y de diversas cuentas en redes sociales. Desde los últimos días la tensión también se puede percibir leyendo a los voceros mediáticos de la línea dura cartista. Algunos reconocidos comunicadores de medios pertenecientes al expresidente iniciaron fríamente, pero con evidente articulación una campaña de críticas a la actual gestión presidencial. Los términos usados para ello fueron casi calcados.

El conflicto está a la vista y lo cierto y concreto es que un reino tiene lugar para un solo rey.

Las actitudes citadas generan irremediablemente grietas. Por tanto, cabe preguntarnos, ¿qué pasará con Peña? ¿se entregará a la voluntad de Cartes o le hará frente? Ante tanto poder, una de las opciones podría ser un trabajo en conjunto más allá de Honor Colorado, con fuerzas distintas que consideran el avance de Cartes como una verdadera amenaza a la democracia.

Por ahora, la aparente indiferencia es su estrategia y la prudencia su principal arma. En política, el silencio no siempre otorga.