Cruzando el Chaco y alcanzando las alturas de Salta en bicicleta.

Urutaú, provincia del Chaco, Argentina.

La vida es esa que pasa frente a tus ojos y, con un pestañeo, ya se ha ido. Hasta donde sabemos, no podemos vivirla dos veces. Por eso es crucial disfrutar al máximo este breve instante que llamamos vida. De niño, yo vivía intensamente cada momento, pero con el tiempo, el mundo nos absorbe y nos convertimos en autómatas, conectados a lo que creemos que son “comodidades.” Sin embargo, hace un tiempo comencé a cuestionar mi manera de vivir y pensar. Me di cuenta de que mi vida podía ser mejor. Así fue como inicié mis viajes en bicicleta, y una cosa llevó a la otra. En esos viajes, encontré muchas respuestas, respuestas que solo se revelan cuando te mueves lentamente, en sintonía contigo mismo, con la naturaleza, con la gente y con las historias de nuestros antepasados que habitaron estas mismas tierras. Vivimos verdaderamente porque estamos en movimiento.

Mi primer gran viaje en 2023 me llevó a recorrer Brasil y sus cuatro estados: Santa Catarina, Paraná, São Paulo y Río de Janeiro, después de cruzar el sur de Paraguay y la Provincia de Misiones en Argentina. Fueron casi 4.000 kilómetros en casi cuatro meses de pura pedalada. Este viaje me permitió conocer lugares, culturas y personas increíbles, pero, sobre todo, me llevó a redescubrirme a mí mismo. La vida en bicicleta me enseñó a vivir de manera minimalista y estoica, encontrando un mayor bienestar con menos. A principios de este año, también hice un viaje corto de cuatro días durante la Semana Santa, recorriendo más de 350 km desde Asunción hasta Formosa, Argentina, para luego regresar a Paraguay por Alberdi.

Ilha Grande, Río de Janeiro, Brasil

Recientemente, decidí que era el momento de explorar la zona andina. Mi plan original era subir hasta el Abra del Acay, comenzando en Salta después de un viaje en bus desde Resistencia. Sin embargo, lo más emocionante de viajar en bicicleta es que los planes rara vez salen como se espera. La ruta tenía otro plan para mí y terminé pedaleando hasta Salta, recorriendo 1.140 kilómetros en 11 días, con jornadas de 8 a 12 horas diarias sobre la bici.

Día 1-3: Desde Asunción hasta Resistencia, el corazón del Gran Chaco

El 14 de agosto, previo a un feriado aproveché para comenzar mi travesía. Crucé la frontera en Falcón y me adentré en la Ruta 11 de la provincia de Formosa, Argentina. Pasé por la ciudad de Formosa, capital de la provincia, y para el tercer día ya había llegado a Resistencia, en la provincia de Chaco. En estos primeros días, el paisaje y las costumbres me resultaron familiares: el chamamé sonaba en el fondo y el acento argentino se mezclaba con las influencias guaraníes. Hasta ese momento, había recorrido 324 km, durmiendo en campings, cocinando mi comida y cargando unos 20 kilos de equipo en mi bicicleta.

En Resistencia, enfrenté mi primer contratiempo: no encontré un bus que me llevara a Salta junto con mi bicicleta. Tras discutir opciones con algunos amigos de Resistencia, decidí seguir pedaleando por el Gran Chaco, cruzando hacia Salta.

Ruta 11, provincia de Formosa

Día 4-7: Cruzando el Gran Chaco Argentino

El 17 de agosto, me lancé a la Ruta 16, que atraviesa el Gran Chaco durante 708 kilómetros. En el camino, conocí personas maravillosas. En Presidencia Roque Sáenz Peña, me quedé con mi amigo Dante, compartiendo charlas y una cena con amigos sobre la vida y el viaje. Luego, continué hacia Pampa del Infierno y, más tarde, hacia Los Pirpintos, donde fui recibido por Antonio. Allí, disfruté de una rica cena, torta a la parrilla y cocido, platos que reflejan la influencia guaraní en la gastronomía chaqueña. A medida que avanzaba por la llanura, el paisaje era plano, pero el cielo estrellado y las charlas con los locales enriquecían mi experiencia.

Compartiendo con la familia de Don Antonio en Pirpinto, Chaco, Argentina

Día 8-11: La entrada en la zona andina

El 22 de agosto, llegué a Urutaú, donde un vecino me dejó acampar en su vereda. Esa noche, disfruté del lujo de dormir bajo millones de estrellas. Mientras continuaba hacia el oeste, noté cómo el paisaje y la cultura cambiaban. La influencia guaraní se desvanecía, dando paso a la chacarera y un acento más estirado, marcado por el quechua. Estaba entrando en la provincia de Santiago del Estero, la cuna de la chacarera.

El 23 de agosto, llegué al primer pueblo de la provincia de Salta, Tolloche, y el cambio fue notable. El frío aumentó, la vegetación cambió y las colinas comenzaron a aparecer. Empecé a masticar hojas de coca para adaptarme a la altura, una práctica ancestral con muchos beneficios, incluyendo la resistencia al frío y la fatiga.

En este mismo día, enfrenté un desafío: el frío, el viento en contra y una lluvia persistente. A pesar de todo, llegué al cruce con la Ruta 9, donde armé mi carpa y me protegí de la tormenta. Esa noche, el frío llegó a 4°C, pero mi bolsa térmica me mantuvo a salvo.

La Lunacleta, Ruta 16, provincia de Santiago del Estero, Argentina

El 24 de agosto, afronté la etapa final: 126 kilómetros con 1.200 metros de altitud. A pesar del cansancio, pedaleé con determinación, cruzando colinas y pueblos hasta llegar a Salta. La satisfacción de haber alcanzado mi meta me hizo llorar, pero también sentí que mi cuerpo y mente se habían regenerado, listos para el próximo reto.

Llegando a la ciudad de Salta, luego de pedalear 1.140 km.

Reflexiones y futuro

Este viaje no solo me enseñó geografía insitu; también me conectó con las raíces de nuestras culturas indígenas. A pesar de los más de 500 años desde la conquista española, las costumbres, tradiciones y medicinas andinas y guaraníes siguen vivas y fortalecidas. La lengua guaraní y el quechua continúan defendiendo la vida y la cosmovisión de esta región.

Este es solo el comienzo. Tengo más proyectos en mente, expediciones en bicicleta por las majestuosas montañas andinas que me esperan. Hasta ahora, llevo más de 5.200 kilómetros pedaleados, recorriendo 7 departamentos de Paraguay, 5 provincias de Argentina y 4 estados de Brasil. La aventura continúa y cada pedalazo me acerca más a nuevos horizontes.

En este viaje, llevé mi cuerpo más allá de las barreras mentales y físicas, y mi espíritu respondió sin inconvenientes. Ahora, con nuevas energías y lecciones aprendidas, me preparo para las próximas aventuras. Mi próximo desafío será recorrer la zona andina, desde Salta hasta Ushuaia y luego hacia el norte, siguiendo la cordillera de los Andes en busca de más historias, paisajes y, sobre todo, vida.

Ingresando a la ciudad de Salta por la ruta 9